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El ambientalista, Número 22

¿Quisiera tener aire acondicionado y un planeta más saludable al mismo tiempo? He aquí un paso que podemos tomar hoy para lograrlo.

Por Joseph G. Allen y José Guillermo Cedeño Laurent

1 de agosto 2018

 

Joseph Allen es profesor asistente de la Escuela T.H. Chan de Salud Pública de Harvard y docente asesor de la Academia de Materiales de Construcción Más Saludables de Harvard.

José Guillermo Cedeño Laurent es investigador asociado en la Escuela T.H. Chan de Salud Pública de Harvard y director asociado del programa de Edificios Saludables.

 

La ola de calor se ha terminado, pero usted no lo sabrá al entrar a su vivienda. Mientras que la temperatura exterior está a unos cómodos 75 grados Fahrenheit, por dentro el aire sigue por encima de los 90°F.

 

¿Alguna vez se preguntó por qué sucede esto? Hay una explicación simple. Los edificios en climas predominantemente fríos, como Boston y el norte de Europa, históricamente fueron diseñados para retener el calor. Fueron construidos usando materiales de construcción como ladrillo y hormigón, materiales que tienen lo que se llama una gran masa térmica.

 

Durante siglos, todo estuvo bien. Pero con el inicio del cambio climático, estos edificios que conservan el calor han llegado a representar riesgos. Los materiales con una gran masa térmica tienen la capacidad e absorber y almacenar calor durante el día. Y, en condiciones climáticas típicas cuando el aire se enfría durante la noche, estos materiales vuelven a irradiar ese calor y el proceso comienza de nuevo. Pero, ¿qué sucede si las temperaturas nocturnas no disminuyen, como ocurre durante una ola de calor?

 

En ese escenario, estos materiales no tienen la posibilidad de disipar el exceso de calor, por lo que permanece almacenado en el edificio, como una batería lista para descargar. Entonces, incluso cuando las temperaturas exteriores caen, esos materiales con todo su calor acumulado comienzan a causar estragos. La ola de calor al aire libre termina, pero la ola de calor interior continúa.

 

Las estadísticas muestran el impacto en la salud: más de 14,000 muertes en París durante una ola de calor en 2003, 700 muertes por día en Moscú en 2010 (ola de calor y contaminación por incendios forestales) y 70 muertes en Quebec a principios de julio de este año. Muchas de estas muertes ocurren en personas mayores de 55 años, en áreas con climas tradicionalmente más fríos, y ciudades cuyos edificios carecen en un mayor porcentaje de aire acondicionado a comparación de ciudades más sureñas en el hemisferio norte.

 

Además, las poblaciones vulnerables están lejos de ser las únicas afectadas. En un estudio publicado recientemente, les pedimos a estudiantes saludables de edad universitaria que realizaran una serie de pruebas cognitivas antes y durante una ola de calor. La mitad de estos estudiantes tenían habitaciones con aire acondicionado y la otra mitad no.

 

Encontramos que los estudiantes sin aire acondicionado tuvieron un 13 por ciento más de tiempo de reacción en las pruebas de color, un 11 por ciento más de tiempo de reacción en las pruebas aritméticas básicas y un 10 por ciento de respuestas correctas por minuto (lo que llamamos "rendimiento"). Tomados en conjunto, nuestro estudio demostró que aquellos estudiantes con aire acondicionado no solo respondieron más rápido, sino que también tuvieron respuestas más precisas.

 

Estos hallazgos concuerdan con otras investigaciones recientes sobre los impactos de la temperatura en la función cognitiva. El año pasado, nuestro estudio realizado con trabajadores saludables de oficina encontró una reducción en su función cognitiva hasta por un 5 por ciento cuando la temperatura de su estación de trabajo estaba fuera de la zona de confort térmico. Una nueva investigación analizó el rendimiento de más de 10 millones de estudiantes de secundaria en E.U.A. en pruebas estandarizadas. Dicho estudio mostró que un aumento de 1° F en la temperatura del año escolar reduce el aprendizaje de ese año en un 1 por ciento y el impacto es triple entre las escuelas más pobres. El acceso al aire acondicionado en las escuelas parece compensar estos efectos.

 

Las olas de calor son un problema de salud pública masivo, no solo para los ancianos, los enfermos y los jóvenes, sino para todos. Los aires acondicionados se están convirtiendo rápidamente en una necesidad en todo el mundo. El Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley predice que necesitaremos 700 millones de nuevos aires acondicionados para el año 2030 y hasta 1,300 millones (!) para el año 2050.

 

¿Qué hacer, entonces, sobre los impactos ambientales de esta tecnología? En medio de todas las complicaciones que dificultan tomar acciones concretas, hay un paso significativo en el que podemos actuar hoy: la eliminación de los refrigerantes hidrofluorocarbonados en los aires acondicionados.

 

Los HFC, como se les llama, son potentes gases de efecto invernadero, hasta 3.000 veces más potentes que el dióxido de carbono. Si eliminamos el uso de HFC en los aires acondicionados, podríamos evitar hasta 0.5° C de calentamiento global para fines de este siglo. En perspectiva, el Acuerdo de París firmado por países de todo el mundo para comenzar a luchar en contra el cambio climático está diseñado para mantener el calentamiento global por debajo de los 2° C (EE. UU., Bajo el presidente Trump, ha manifestado su intención de retirarse del acuerdo en la fecha más temprana posible, en 2020.)

 

Los HFC se convirtieron en un sustituto lamentable de los refrigerantes culpables del deterioro de la capa de ozono y que fueron prohibidos como parte del Protocolo de Montreal en 1987. En 2016, se presentó la Enmienda de Kigali al Protocolo de Montreal, dirigida a resolver el problema de los HFC, pidiendo una reducción del 80 por ciento en el uso mundial de HFC para 2030. Desde entonces, 197 países han ratificado la enmienda. La buena noticia es que hay alternativas a los HFC disponibles.

 

Aún mejores noticias: cada una de las principales empresas de aire acondicionado en los Estados Unidos, así como la Cámara de Comercio, han expresado su firme apoyo a la Enmienda de Kigali. ¿Por qué? Tiene sentido comercial. Las alternativas a los HFC están listas para salir al mercado. El grupo comercial para las compañías de aire acondicionado estima que ratificar el acuerdo generaría 33,000 empleos y $ 12,500 millones en producción económica anual. ¿La cereza del pastel? La Enmienda Kigali tiene un amplio apoyo bipartidista.

 

Si ese es el caso, usted podría preguntarse ¿cuál es el estado de la Enmienda de Kigali en los E.U.A.? La respuesta es que está sepultado en el escritorio del presidente Trump, esperando ser enviado al Senado para su ratificación.

 

Los fabricantes de aires acondicionados norteamericanos lo quieren. Las empresas lo quieren Los legisladores de ambos partidos lo quieren. Y nuestra salud depende de eso. ¿Qué está demorando al presidente Trump?

 

Spanish translation by JGCL.