El ambientalista, Número 12

Los estados y municipios deben tomar la iniciativa en la lucha contra el cambio climático: Las políticas pueden redituar dividendos considerables para la salud pública.

Por Jonathan J. Buonocore, Aaron S. Bernstein y Jonathan I. Levy

29 de junio de 2017

 

Hace décadas que los científicos alertan sobre los riesgos que implica el cambio climático. Afortunadamente, muchas de las medidas que reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y mitigan los riesgos a largo plazo también pueden beneficiar la salud pública en el presente. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero suele también disminuir los niveles de contaminantes atmosféricos que han sido claramente vinculados con los ataques cardíacos, el asma y la muerte prematura. Se trata de contaminantes también relacionados con el autismo y la enfermedad de Alzheimer. Si bien el gobierno federal se ha retirado del Acuerdo de París sobre el cambio climático, los municipios y estados siguen cumpliendo una función de liderazgo en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y las políticas que aplican pueden redituar dividendos considerables para la salud de sus residentes.

 

Una propuesta de Massachusetts que fijaría un precio para la contaminación con carbono a través de una política de tarifa y reembolso generaría, entre 2017 y 2040, casi US$3 mil millones en beneficios sanitarios al salvar vidas, prevenir ataques cardíacos y otros resultados adversos, y reducir el número de hospitalizaciones en Massachusetts y sus estados vecinos.  En el caso de estados con poblaciones más numerosas y economías de más envergadura, los beneficios sanitarios derivados podrían ser mayores. Los beneficios para la salud de las políticas relativas al carbono se perciben prácticamente en el mismo momento y lugar en que se reducen las emisiones, algo que hace que estos beneficios constituyan un factor importante para los responsables políticos a nivel estadual y local.

 

Por supuesto que los encargados de elaborar políticas asimismo tal vez reconozcan que el cambio climático en sí presenta riesgos graves para la salud de sus electores y estimen necesario actuar también por ese motivo. Los fenómenos meteorológicos extremos han azotado a los Estados Unidos manifestándose de distintas maneras. En los pasados meses de abril y mayo, por ejemplo, se produjeron inundaciones en el Río Mississippi y sus tributarios que batieron todos los récords y arrasaron con viviendas y cultivos tras una tormenta que en algunos lugares dejó hasta 10 pulgadas de lluvia. Los ciclones y huracanes tropicales, como el huracán Sandy, se vuelven cada vez más potentes. El calor extremo, que provoca muertes y discapacidades, se ha convertido en un fenómeno demasiado habitual. Se predice que este tipo de condiciones meteorológicas extremas serán más frecuentes a medida que avance el cambio climático. Asimismo, se ven en el horizonte otras consecuencias que también presentan riesgos para la salud. El aumento del nivel del mar ya contribuye a inundaciones en ciudades costeras como Miami. Los incendios en el oeste, impulsados por un aumento de calor y sequías, se producen con cada vez más duración, intensidad y frecuencia. Las enfermedades transmitidas por garrapatas y mosquitos podrían diseminarse hacia el norte debido a la ausencia de bajas temperaturas que frenen su propagación.

 

Considerando los riesgos del cambio climático, los profesionales de la salud han tomado cartas en el asunto. El Consorcio de la Sociedad Médica sobre cambio climático y salud, organismo constituido recientemente e integrado por 11 sociedades médicas entre las que se incluyen el Colegio Estadounidense de Medicina, la Academia Estadounidense de Médicos de Familia, la Academia Estadounidense de Pediatría y la Asociación Médica Nacional, busca alentar a los médicos del país a hablar sobre la problemática del cambio climático. A pesar de la preocupación de los médicos, para no mencionar la mayoría de las empresas del Fortune 500, todos los grupos religiosos más importantes y las fuerzas militares de los Estados Unidos, el gobierno federal se dispone a suspender todas las medidas dirigidas a mitigar las emisiones de carbono.

 

Afortunadamente, los municipios y los estados pueden dirigir la iniciativa de mitigación y a la vez impulsar sus economías (como lo ha demostrado California) y mejorar la salud de sus residentes. Las políticas de tarifa y reembolso para el carbono no son las únicas medidas a disposición de los responsables de elaborar políticas a nivel local y estadual.

 

Un estudio realizado recientemente por Abt Associates concluyó que los estados del noreste, que conforman la Iniciativa Regional sobre Gases de Efecto Invernadero, el primer pacto sobre comercio de derechos de emisión del país, no sólo se beneficiaron con recortes en las cuentas de servicios de energía y electricidad y redujeron significativamente las emisiones de su sector de generación eléctrica sino que también percibieron más de US$5,700 millones en ahorros de gastos de salud y otros beneficios entre 2009 y 2014.

 

Otras políticas, como las que aumentan la transitabilidad peatonal o los espacios verdes, también pueden beneficiar la salud al incrementar la actividad física y reducir los niveles de estrés. Si bien ningún municipio ni estado puede por sí solo evitar que excedamos nuestro presupuesto de carbono, si suficientes municipios y estados aplicaran reglamentaciones relativas a sus emisiones, se lograría un avance significativo que podría llevar a una política nacional en este sentido, aunque sólo fuese por mantener la constancia regulatoria en todo el país.

 

Esto señala la importancia del caso de Massachusetts. Demostrar que una política de tarifa y reembolso para el carbono puede salvar vidas y promover el crecimiento económico podría incitar a otros a seguir el mismo camino.

 

Resolver problemas de escala mundial como el cambio climático puede ser difícil, pero ya se ha logrado antes. En la década de 1980, las naciones actuaron de común acuerdo para interrumpir la producción de sustancias químicas que agotaban la capa de ozono. Así se previno una epidemia mundial de cánceres de piel y la capa de ozono ahora comienza a recuperarse. Se puede aprender mucho de los logros del pasado. El argumento en defensa de la salud fue contundente en la lucha por proteger la capa de ozono y puede volver a serlo en la batalla contra el cambio climático, especialmente porque los beneficios para la salud se pueden percibir dentro del período de una vida humana y porque las decisiones locales pueden redundar en beneficios locales.

 

__________

 

Jonathan J. Buonocore es director de programa y Aaron Bernstein es director adjunto en el Centro por la Salud y el Medio Ambiente Mundial de la Facultad T.H. Chan de Salud Pública de Harvard. Jonathan I. Levy es profesor del Departamento de Salud Ambiental de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Boston.

 

Spanish translation by Julieta Pisani McCarthy, M.A.