El ambientalista, Número 5

Las consecuencias devastadoras de debilitar la EPA

Por Gina McCarthy

17 de abril de 2017, Cosmpolitan

 

Durante el segundo período presidencial de Barack Obama, dirigí la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés). La misión central de la EPA siempre ha sido, y siempre será, proteger la salud pública.

 

La responsabilidad de apoyar la ciencia básica y la investigación constituye un pilar central de esa misión. Utilizamos la ciencia para asegurar que nuestro aire sea respirable y nuestra agua sea potable. Utilizamos la ciencia para controlar el cambio climático y asegurar que la tierra habitable no esté contaminada con sustancias tóxicas.

 

Desafortunadamente, al revertir las protecciones relativas a la salud pública y proponer decimar el presupuesto de la EPA, el gobierno de Trump ha elegido eludir su obligación básica para con el pueblo estadounidense. Su plan de medidas en contra de la ciencia y el clima amenaza injustamente nuestra salud y nuestros medios de subsistencia, especialmente en el caso de los más vulnerables entre nosotros: las mujeres y los niños.

 

Se mida como se mida el problema, la ciencia no deja lugar a dudas: El cambio climático sobrecarga los riesgos que amenazan nuestra salud y nuestra economía.

 

La contaminación por carbono (fuente de impulso del cambio climático) y el aumento de la temperatura empeoran la contaminación del aire, el smog y el asma. Hoy en día, uno de cada 10 niños ya lucha contra el asma. Los índices de asma son significativamente más altos en las comunidades de color y las familias de bajos ingresos, especialmente las que viven donde la calidad del aire ya es deficiente. Para los padres de niños que necesitan usar un inhalador, estas estadísticas son muy concretas.

 

El cambio climático también intensifica los riesgos que presentan para la salud las enfermedades transmitidas por mosquitos, como la enfermedad por el virus de Zika. El aumento de la temperatura proporciona un clima más cálido y húmedo, que hace que prosperen los mosquitos. El Zika representa un riesgo especialmente peligroso para las mujeres: Puede transmitirse de la mujer embarazada al feto y la infección durante el embarazo puede provocar defectos congénitos. Y, hasta la fecha, no existe la vacuna contra el Zika.

 

La presidencia de Trump y sus partidarios de grupos de intereses especiales nos dicen que revertir las protecciones relativas a la salud pública y decimar el presupuesto destinado a la ciencia es bueno para la economía.

 

Es todo lo contrario y están peligrosamente equivocados. En primer lugar, es difícil encontrar o mantener un trabajo estando enfermo o teniendo un hijo enfermo sin poder salir de casa. En segundo lugar, olvidan el potencial económico comprobado de los sectores que reducen la contaminación, como la energía limpia, que ya suma más y más puestos de trabajo bien remunerados cada año.

 

Para quienes priorizan la política en detrimento de las personas, resulta fácil vilificar a la EPA y otras instituciones públicas de bases científicas porque es difícil identificar a simple vista la importancia de la EPA en nuestra vida cotidiana. La función de la EPA es deliberadamente invisible: la institución se creó con el fin de evitar los problemas antes de que nos afecten, no de reaccionar a ellos con posterioridad. Y la Agencia ha aprendido a cumplir bien con su objetivo. La EPA existe hace más de 40 años y la economía no ha flaqueado en lo más mínimo: de hecho, se ha triplicado. Mientras tanto, hemos reducido todos los contaminantes atmosféricos convencionales en un 70 por ciento y, por cada dólar invertido en reducir la contaminación del aire, hemos percibido entre $3 y $9 en beneficios de salud cuantificables.

 

Sin embargo ahora, gracias a la peligrosa estrategia de quemar la Tierra por parte del gobierno de Trump, los programas esenciales que nos mantienen a salvo corren el riesgo de ser cancelados.

 

Las sustancias químicas presentes en productos de uso cotidiano, desde botellas plásticas y juguetes para niños hasta cosméticos y plaguicidas, alteran nuestro sistema endócrino y, al ser absorbidas, pueden provocar cortocircuitos en las funciones hormonales. El sistema endócrino afecta procesos fisiológicos como la reproducción, el metabolismo y el estado anímico. Entre los efectos secundarios de los perturbadores endócrinos (EDC, por su sigla en inglés) se encuentran “las malformaciones del desarrollo, la interferencia en la reproducción, el aumento del riesgo de desarrollar cáncer y las alteraciones en el funcionamiento de los sistemas inmunológico y nervioso”. Después de décadas de investigación científica sobre los EDC, la EPA se encuentra a punto de finalizar un innovador proceso de detección amplio y confiable que permita realizar análisis rápidos para determinar y divulgar la presencia de EDC.

 

Pero el programa de la EPA dedicado a la temática y la investigación de los EDC se encuentra en la lista de recortes de Trump. A menos que representen a una empresa química, las mujeres y los padres deberían alarmarse sobremanera dado que los EDC presentan un riesgo más elevado para las embarazadas y los niños, cuyos sistemas endócrinos son más vulnerables.

 

Las embarazadas y los niños también corren riesgos de salud más elevados ante otros tipos de sustancias químicas tóxicas que la EPA estudia actualmente, como el sulfonato perfluorooctano (PFOS, por su sigla en inglés) y el ácido perfluorooctanoico (PFOA, por su sigla en inglés). Se trata de sustancias que se utilizan para fabricar alfombras, vestimenta, telas y envoltorios de alimentos. La exposición a PFOA y PFOS por encima de ciertos niveles puede causar, entre otros problemas, anormalidades del desarrollo durante el embarazo, cáncer y daño hepático. La investigación sigue en curso, pero ahora también se encuentra amenazada.

 

Durante toda la joven historia de la EPA, los Estados Unidos se ha enfrentado a inmensas dificultades relacionadas con la salud ambiental: el nocivo DDT en nuestros plaguicidas, el smog denso y negro que antes rodeaba Los Ángeles, la epidemia de los sitios tóxicos del Superfondo, los peligros de la lluvia ácida y la lista continúa.

 

En todos esos casos, cuando la contaminación amenazaba nuestra vida, la EPA respondió. En todo momento, hemos tenido que luchar y vencer a la misma estirpe de críticos problemáticos y miopes que responden a intereses especiales y están dispuestos a retenernos a cambio de conseguir beneficios económicos personales.

 

Y aquí vamos una vez más.

 

Sí, las políticas de Donald Trump contra la ciencia son desubicadas, vergonzosas y perjudiciales. Pero ya hemos transitado antes este mismo camino.

 

Mantengo la esperanza porque, en el transcurso de mi carrera profesional, en todos los niveles de gobierno y todos los niveles de la sociedad, he visto lo que podemos lograr cuando nos aferramos a nuestra misión. He trabajado junto a funcionarios públicos valientes y comprometidos, y he visto una y otra vez cómo la ciencia y la verdad triunfan sobre la ideología y los intereses políticos de siempre.

 

Lo hemos hecho antes y lo haremos otra vez. De eso dependen nuestro futuro y la salud de nuestras familias.

 

Gina McCarthy es ex administradora de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos.

 

Spanish translation by Julieta Pisani McCarthy, M.A.